Cuando el coaching me llevó a la Comunicación No Violenta

Hace unas semanas, Juan Pedro me regaló el libro «Comunicación no violenta» de Marshall Rosenberg. Fue durante mi primera semana como OKR Coach en Team Wins. Me lo entregó como una herramienta para mejorar mis sesiones de coaching. No imaginaba que ese gesto sencillo tendría un impacto profundo en mi vida personal y profesional.

Desde entonces, he descubierto que usamos comunicación violenta todos los días: con los demás, pero sobre todo con nosotros mismos. El resultado es evidente: vivimos en una sociedad cada vez más hostil, con niveles crecientes de suicidios, matanzas, intolerancia, y crueldad cotidiana. Nos cuesta nombrar lo que sentimos, conectar con nuestras necesidades y expresarlas sin culpar ni atacar.

Primera reflexión: CNV: conciencia de cómo nos hablamos

Lo que me fascinó de la Comunicación No Violenta (CNV) es su profundidad. Como practicante de mindfulness, valoro mucho el poder de vivir en el presente. La CNV lleva esa presencia al terreno del lenguaje: cómo hilamos palabras para expresar sentimientos y necesidades reales, sin agredir ni exigir. Todo un reto.

Desde niños, hemos aprendido frases como: “Si no te terminas la comida, mamá se sentirá decepcionada”. Esa afirmación deposita en nosotros la carga emocional de otros. Nos volvemos responsables de sus frustraciones, sin espacio para reflexionar sobre nuestras propias emociones y necesidades.

La CNV propone otro camino: darnos cuenta de que muchos juicios que hacemos hacia otros son, en realidad, proyecciones de nuestras necesidades no satisfechas. La herramienta central es la empatía, hacia el otro y hacia uno mismo.

Segunda reflexión: El lenguaje que heredamos

Rosenberg señala que el lenguaje que usamos fue diseñado para la obediencia. Históricamente, servía para mantener el poder de las elites sobre las masas. No se alentaba el desarrollo de la conciencia individual, sino la sumisión. Por eso, cuando hoy expresamos nuestras necesidades, nos sentimos culpables. Se nos tilda de egoístas. Y eso refuerza el ciclo de silencio y represión.

Nos cuesta decir: “No me siento bien con esto”, porque tememos al rechazo o la confrontación. Pero ocultar lo que sentimos también nos daña.

Tercera reflexión: Pasos de la CNV y ejemplos

La CNV tiene cuatro pasos claros:

  1. Observar sin evaluar: Describir lo que sucede sin juicios. Ejemplo: “Has llegado a las 10:30”, no “Has llegado tarde otra vez”.
  2. Identificar sentimientos: Conectar con lo que sentimos. No decir: “Me siento ignorada” (eso es un juicio), sino: “Me siento triste”, “confundida”.
  3. Conectar con necesidades: Reconocer qué necesidad no está siendo satisfecha. Por ejemplo: “Necesito sentirme valorada”.
  4. Formular una petición clara: Proponer una acción concreta. No exigir, sino invitar. Por ejemplo: “¿Podrías hablarme en un tono calmado cuando estemos en desacuerdo?”

Ejemplos:

  • Situación con un cliente: «Cuando cancelas las reuniones sin avisar, me siento frustrada porque necesito claridad y respeto por mi tiempo. Te pido que, si surge un cambio, me avises con antelación.»
  • Situación con un compañero: «Cuando interrumpes mientras hablo en las reuniones, me siento desanimada porque necesito ser escuchada. ¿Podrías esperar a que termine para dar tus comentarios?»

Cuarta reflexión: Vivimos en una sociedad furiosa

Lo vemos en la calle, en las redes, en las noticias. Voces elevadas, insultos, empujones, intolerancia. La ira está en todas partes y no sabemos cómo canalizarla. Nos han enseñado a reprimirla o a estallarla, pero no a expresarla con claridad y respeto.

Los datos lo confirman: los índices de suicidio en el mundo siguen en aumento. El suicidio es, en muchos casos, el último grito ahogado de una comunicación que nunca se pudo dar. Una comunicación que se volvió violenta hacia adentro.

Quinta reflexión: Autocompasión: la otra cara de la CNV

En un taller de autocompasión reciente, me di cuenta de algo brutal: las palabras que uso para consolar a otras personas son más suaves y amorosas que las que uso conmigo misma cuando cometo un error. La CNV también es esto: aprender a hablarnos con respeto, sin juicios destructivos.

Reflexión final:

Si queremos un mundo con menos violencia, necesitamos comenzar por el lenguaje. Por las palabras que elegimos y la forma en que escuchamos. No basta con saber leer y escribir: necesitamos reaprender a comunicarnos desde la empatía y la autenticidad.

La CNV no es una técnica de oratoria. Es una práctica de conciencia y cuidado. Es una revolución silenciosa. Y empieza por cómo nos hablamos cada mañana.

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